viernes, julio 24, 2020

TALLER PRUEBA SABER - LECTURA


La muerte

                                                                                                            
La automovilista (negro el vestido, negro el pelo, negros los ojos pero con la cara tan pálida que a pesar
del mediodía parecía que en su tez se hubiese detenido un relámpago) vio en el camino a una muchacha
que hacía señas para que parara. Paró.
— ¿Me llevas? Hasta el pueblo no más— dijo la muchacha.
— Sube— dijo la automovilista. Y el auto arrancó a toda velocidad por el camino que bordeaba la montaña.
— Muchas gracias— dijo la muchacha con un gracioso mohín —pero ¿no tienes miedo de levantar por el
camino a personas desconocidas? Podrían hacerte daño. ¡Esto está tan desierto!
— No, no tengo miedo.
— ¿Y si levantaras a alguien que te ataca?
— No tengo miedo.
— ¿Y si te matan?
— No tengo miedo.
— ¿No? Permíteme presentarme— dijo entonces la muchacha, que tenía los ojos grandes, límpidos, imaginativos
y enseguida, conteniendo la risa, fingió una voz cavernosa—. Soy la Muerte, la M-u-e-r-t-e.
La automovilista sonrió misteriosamente. En la próxima curva el auto se desbarrancó.
La muchacha murió. La automovilista siguió a pie y al llegar a un cactus desapareció.
Enrique Anderson Imbert.

miércoles, abril 29, 2020

EL ESCENARIO PARA LOS ARTISTAS


EL ESCENARIO PARA LOS ARTISTAS


Una breve y reciente reflexión personal les comparto. Cuando te subes al escenario, sientes un frío por todo el cuerpo, pero rico.  Cuando estás ahí ubicándote en el escenario, habitas el pasillo de la expectativa de la gente y la tuya, luego empiezas a tocar o a cantar y deseas que acabe pronto, pasan unos minutos, segundos tal vez,  al final no querías que terminara pero.... Chan, chan.

Te vuelves mortal de nuevo.

Vives una ruleta rusa de emociones en el escenario con hálito de mortalidad. 

Atte. Merly Constanza Vargas