“…en esta amplia composición donde la muerte, interpretando su papel en cada uno de los episodios, es el hilo conductor y el pensamiento dominante, Holbein ha hecho comparecer reyes, pontífices, amantes, músicos, borrachos, monjas, rameras, bandidos, pobres, guerreros, monjes, judíos, viajeros, toda la gente de su tiempo y del nuestro, y por todas partes el espectro de la muerte que se burla, amenaza y triunfa. Sólo de un cuadro está ella ausente: de aquel en el que el pobre Lázaro recostado sobre un basurero a la puerta del rico, declara que él no la teme, seguramente porque no tiene nada que perder y porque su vida es una muerte anticipada. ¿Es suficientemente consolador este pensamiento del cristianismo semipagano del Renacimiento y encuentran en él las almas religiosas lo que se merecen? El ambicioso, el pérfido, el tirano, el libertino, todos esos arrogantes pecadores que abusan de la vida, y que la muerte tiene atrapados por los cabellos, serán castigados, sin duda; pero el ciego, el mendigo, el loco, el pobre campesino, ¿son resarcidos de su prolongada miseria por la sola idea de que la muerte no es un mal para ellos? ¡No! Una implacable tristeza, una espantosa fatalidad pesa sobre la obra del artista. Algo así como una maldición amarga lanzada sobre la humanidad.
Eso es exactamente la sátira dolorosa, la verdadera pintura de la sociedad que Holbein tenía delante de sus ojos. Crimen y desgracia, eso era lo que le impresionaba; pero nosotros, artistas de otro siglo, ¿qué pintaremos? ¿Buscaremos en el recuerdo de la muerte el consuelo para la humanidad presente? ¿La invocaremos como el castigo de la injusticia y como la liberación del sufrimiento?
No, nosotros nada tenemos que ver con la muerte, sino con la vida. Nosotros no creemos ni en la nada de la tumba ni en la salvación comprada por medio de renuncias forzadas; nosotros deseamos que la vida sea buena, porque queremos que sea fecunda. Es preciso que Lázaro abandone su estercolero, para que el pobre no siga regocijándose con la muerte del rico. Es necesario que todos sean felices, para que la felicidad de algunos no resulte criminal y maldecida por Dios. Es preciso que el labrador, al sembrar su trigo, sepa que está trabajando por la vida, y no que tenga que alegrarse de que la muerte camine a su lado. Es necesario, en fin, que la muerte deje de ser el castigo para la prosperidad, y el consuelo de la miseria… El arte no es un estudio de la realidad positiva; es una búsqueda de la verdad ideal.”
Tomado de GEORGES SAND, LA CHARCA DEL DIABLO
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