Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia el un hombre
y le dijo: "¡No mueras; te amo tanto¡"
Pero el cadáver, hay siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitieron:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!".
Pero el cádaver, ay, siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien mil, quinientos mil,
clamando: "¿Tanto amor, y no poder nada contra la muerte?".
Pero el cádaver, ay, siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate, hermano!"
Pero el cádaver, ay, siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.
CÉSAR VALLEJO
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